En esta entrada nos vamos a los confines de La Mancha, a la ciudad minera de Almadén. No voy a descubrir nada nuevo dentro de un complejo minero que desde 2012 es Patrimonio de la Humanidad, por ser uno de los más importantes lugares del mundo dedicados a la extracción del mercurio (también llamado azogue) y en los que están presentes aspectos técnicos, culturales, sociales e históricos en tal medida que representan un lugar único para entender este tipo de actividad. Actividad minera que ya comenzaron a desarrollar los romanos cuando llegaron a estas tierras.
aludel
Como se aprecia en la foto, se trata de vasijas cerámicas, con la particularidad de que no tienen fondo (en la foto vemos algunas que están del revés). La forma y tamaño de la boca de la vasija es tal que permite acoplarse con el fondo de la siguiente. De esa manera, se podían poner en hilera formando una especie de tubería. Un último elemento era necesario en un aludel y es que tenían un pequeño agujero en el lateral, justo en la parte más ancha de la vasija.
Con esta entrada, quiero destacar una instalación que pasa más bien desapercibida cuando se visita el complejo minero, y aunque por los museos que se recorren hay alguna maqueta así como una explicación de su funcionamiento, no es lo mismo verlo en vivo y muchos visitantes la pasan por alto.
Se trata de los hornos Bustamante, una joya de la arqueología industrial que ha perdurado hasta nuestros días y que podemos contemplar en un buen estado de conservación. Se empleaban para la extracción del mercurio quemando mineral de cinabrio. Bien pensado debería estar o poco avanzó la tecnología de extracción en su periodo de funcionamiento, porque este tipo de hornos estuvieron vigentes durante la friolera de más de 200 años (desde 1720 hasta 1928), si bien durante todo este tiempo se fueron mejorando en diferentes aspectos que incrementaban su rendimiento. No en muchos lugares se puede apreciar una instalación industrial de esta época y tan bien conservada.
Aludeles |
Quizá del mozár. *lutél, y este del lat. lutus 'vasija de barro'.
1. m. Cada uno de los caños de barro cocido, semejantes a una olla sin fondo, que, conectados con otros en hilera, se emplean en los hornos de Almadén, España, para condensar los vapores mercuriales producidos por la calcinación del mineral de azogue.
Como se aprecia en la foto, se trata de vasijas cerámicas, con la particularidad de que no tienen fondo (en la foto vemos algunas que están del revés). La forma y tamaño de la boca de la vasija es tal que permite acoplarse con el fondo de la siguiente. De esa manera, se podían poner en hilera formando una especie de tubería. Un último elemento era necesario en un aludel y es que tenían un pequeño agujero en el lateral, justo en la parte más ancha de la vasija.
Básicamente, la instalación se compone del horno propiamente dicho, que estaba dividido en varios vanos. En el inferior se introducía el combustible. En el superior se cargaba el mineral. La carga de mineral se realizaba por distintos grosores y purezas con el fin de optimizar la combustión. De la parte en la que estaba el mineral, existían unas aberturas de las que el gas del mineral sale hasta llegar a las conducciones que estaban formadas por los aludeles. Estos elementos componían numerosas conducciones sobre dos planos inclinados de poca inclinación, primero en descenso y luego en ascenso, hasta llegar a otras cámaras que se encargaban de recoger los productos finales de los gases de combustión y expulsar a la atmósfera el sobrante.
El mineral (cinabrio), era calentado por la combustión y desprendía los gases de mercurio que pasaban por los aludeles. Estos, actuaban como un intercambiador de calor, de manera que servían para enfriar el gas. Al enfriarse, precipitaba el mercurio en el interior del aludel, que por su forma, iba a parar a la parte más ancha donde había un orificio. El aludel se colocaba tumbado para que el orificio quedara en su parte más cercana al suelo, para que el mercurio precipitado saliera por él. Así, luego resbalaba por la pendiente para ir a almacenarse a unos depósitos. La forma abombada del aludel, además de ayudar a dirigir el mercurio hacia el agujero, aumentaba la superficie de contacto con lo que se consigue un mayor intercambio de calor.
El proceso de carga y quemado duraba varios días. Tras varias cargas y sus descargas correspondientes, era necesario desmontar todos los aludeles para proceder a su limpieza, recuperando más mercurio aparte de otras escorias. Era un trabajo nocivo pues los operarios aspiraban sin remedio polvos y gases cargados de mercurio, lo que a muchos, si estaban muy expuestos, acababan causando el "mal del azogue" (hidrargirismo), enfermedad peligrosa y caracterizada por los temblores del paciente.
Los hornos Bustamante están reconocidos como Bien de Interés Cultural desde 1992. Se encuentran a la espalda de uno de los museos de las minas de Almadén. Se pueden contemplar dentro del recorrido que se realiza dentro de la visita al parque minero pero no son pocos los visitantes para los que pasan desapercibidos o no se acercan a visitarlos.Los conductos llegaban a otros depósitos donde también se recogían productos sobrantes. |
El mineral (cinabrio), era calentado por la combustión y desprendía los gases de mercurio que pasaban por los aludeles. Estos, actuaban como un intercambiador de calor, de manera que servían para enfriar el gas. Al enfriarse, precipitaba el mercurio en el interior del aludel, que por su forma, iba a parar a la parte más ancha donde había un orificio. El aludel se colocaba tumbado para que el orificio quedara en su parte más cercana al suelo, para que el mercurio precipitado saliera por él. Así, luego resbalaba por la pendiente para ir a almacenarse a unos depósitos. La forma abombada del aludel, además de ayudar a dirigir el mercurio hacia el agujero, aumentaba la superficie de contacto con lo que se consigue un mayor intercambio de calor.
El proceso de carga y quemado duraba varios días. Tras varias cargas y sus descargas correspondientes, era necesario desmontar todos los aludeles para proceder a su limpieza, recuperando más mercurio aparte de otras escorias. Era un trabajo nocivo pues los operarios aspiraban sin remedio polvos y gases cargados de mercurio, lo que a muchos, si estaban muy expuestos, acababan causando el "mal del azogue" (hidrargirismo), enfermedad peligrosa y caracterizada por los temblores del paciente.
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Muchas gracias por tu esfuerzo por dar a conocer tan interesante lugar.
ResponderEliminarGracias a ti por tu interés, AIGarcía.
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