Cueva de Medrano

La Mancha, como no podría ser de otra manera, está repleta de rincones quijotescos, que evocan las novelescas aventuras del ingenioso hidalgo: algunos, por aparecer nombrados en la inigualable obra de Cervantes; otros, porque conjeturan por ser un lugar en los que pudo inspirarse el autor para alguno de sus famosos pasajes. La cueva de Medrano, en Argamasilla de Alba, es uno de esos lugares en los que se mezcla leyenda e historia, pues a pesar de no ser un lugar nombrado en el Quijote o escenario de sus aventuras, se cree que en esta cueva pudo estar preso Miguel de Cervantes y entre sus paredes comenzara a escribir la novela que le hizo inmortal y que todavía pasa, cuatro siglos después, por ser probablemente la obra más importante e influyente escrita en castellano hasta la fecha.

Cervantina imagen de la Cueva de Medrano

A pesar de la fama y leyenda que la rodea, lo cierto es que no hay base documental que justifique la creencia de que Cervantes estuviera preso en esta cueva. Más bien, los estudios indican lo contrario e incluso sitúan el posible apresamiento en la otra Argamasilla, la de Calatrava, y no en la de Alba, ambos municipios de la provincia de Ciudad Real (según defiende Rodríguez Salinero [1]). Tiene su base, además de en otros indicios, en que Cervantes, por su profesión de recaudador de impuestos, viajaba con frecuencia a Sevilla, para lo cual usaba el camino Real que unía Toledo y Córdoba, y que pasa a los pies de la Venta de la Inés, de la que ya se habló en su momento en este blog. Tal camino discurría también por las cercanías de Argamasilla de Calatrava: La Argamasilla de Alba le pillaba más de 70 km, más retirada de ese camino.

Pero la leyenda de esta Cueva de Medrano viene de lejos y desde hace siglos se le ha atribuido ser ese lugar de Argamasilla de Alba donde Cervantes estuvo preso y gestó la escritura de su novela. Al menos, aparece ya plasmado en 1826 en el "Diccionario Geográfico de España y Portugal" de Sebastián Miñano. Tal afirmación, caló en los intelectuales de la época, en pleno romanticismo, y la cueva se convirtió en casi un lugar de culto para escritores y otros cervantinos. Hasta el punto de que muchos han sido los que desde entonces han visitado la cueva como lugar de peregrinaje, acrecentando y asentando su leyenda. Desde Azorín en 1905 hasta un premio Nobel actual como Mario Vargas Llosa, pasando por Arturo Pérez-Reverte o Rubén Darío.

Todo ello ha contribuido con los años en ir agrandando la leyenda de la cueva y en otorgarle un halo mágico, como especial lugar cervantino y casi en una imprescindible visita en La Mancha para los amantes de la inmortal obra de Don Miguel de Cervantes.

Los que defienden que este fue "el lugar de la Mancha", se apoyan en que por aquel entonces Cervantes pudo haber conocido a Don Rodrigo de Pacheco, un hidalgo demente de Argamasilla de Alba, y en el que pudo inspirarse para la creación del personaje de la novela.

Se sabe que a comienzo del siglo XVII la casa donde se ubica la cueva pertenecía a la familia Medrano (de ahí su nombre actual) aunque desde entonces, pasó por diferentes propietarios, entre ellos, desde mediados del XIX a miembros de la familia Borbón, fruto del interés suscitado por ser la supuesta cuna del Quijote. De esa edificación original casi solo queda la cueva, ya que en 1905 un incendio dejó el edifico en estado ruinoso y necesitó de reconstrucción. En 1990 se vuelve a rehabilitar dotándolo del actual aspecto, que arquitectónicamente despierta alguna controversia, por disponer de algunos elementos lejos de la arquitectura tradicional manchega. Lo cierto es que hoy en día, la cueva está declarada Bien de Interés Cultural (B.I.C.), herencia de la declaración como Monumento de Interés Histórico-Artístico en 1970.

Aspecto actual de la casa de Medrano.
En su fachada, a ras de suelo, se observan los respiraderos de la famosa cueva.

Portada de la casa de Medrano

Original casa de Medrano.
Busquen las diferencias entre el aspecto actual y el original.

El acceso a la cueva se realiza desde el patio del edificio, existiendo varias placas conmemorativas alrededor de su entrada. Tras bajar las escaleras y atravesar la puerta de entrada, una sala rectangular nos recibe, de unos 3 metros de ancho por unos 10 de largo. En un extremo, un camastro de obra, una mesa y una butaca que quieren representar el lugar donde Cervantes pudo comenzar la escritura. En el otro extremo, unas escaleras descienden hasta un piso inferior, donde debían guardarse tinajas para el almacenamiento de vino, aceite y diversos víveres. En este sentido, la cueva es un buen ejemplo de cueva de casa tradicional manchega (de gran tamaño, eso sí) y no difiere de otras muchas cuevas existentes en La Mancha y de la que aún se pueden encontrar numerosos ejemplos en las casas con cierta antigüedad, conformando un tesoro etnológico a conservar, escondido bajo tierra.

Acceso a la planta inferior de la cueva.

Entrada a la cueva y acceso inferior.

Escaleras desde la planta inferior.

Lo más profundo de la cueva se usaría para albergar grandes tinajas.

En la planta inferior, una columna sustenta parte de techo.

Placa a la entrada de la cueva.

Otra placa que rememora parte del prólogo de Cervantes.

Visitar la Cueva de Medrano es entrar en un lugar especial que sobrecoge por lo que representa y por su leyenda. Parece que hoy en día, no hay ninguna evidencia que nos haga pensar que Cervantes pisara este lugar, pero.... ¿y si sí? ¿y si este fue el lugar cuyo nombre quiso ocultar en la novela? Quizá sea esa incertidumbre de no saberlo lo que le da el encanto, como magistralmente hizo entonces Don Miguel con aquel lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiso acordarse.


Referencias:

[1] Rodríguez Salinero, Juan Carlos; 1999, "La Argamasilla... de Calatrava", páginas 464-466


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Comentarios

  1. Es de estos lugares que tienes pendientes y que vas dejando de lado, desde ahora será imprescindible su visita. Muchas gracias por tan entretenido artículo. Un saludo.

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    1. Pues sí, la cueva de Medrano es de esos lugares que hay que visitar y una vez allí dejarse llevar por la imaginación.
      Gracias por comentar Rosa.

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