Ya hace unas semanas explicamos lo que era un "hervidero", en la entrada dedicada a los Baños del Emperador, así como una breve mención al auge que tuvieron las casas de baños en el Campo de Calatrava a finales del siglo XIX y principios del XX. La entrada de hoy os muestra otro de estos baños, en un buen estado de conservación. Así que, si aún no sabes qué es un hervidero, ni por qué se producen, ni sus causas geológicas, vete repasando la mencionada entrada. Para hacerse una idea de lo que suponían las casas de baño en la comarca, el Tratado completo de las fuentes minerales de España, elaborado por Pedro María Rubio y publicado en 1853, registraba en la provincia de Ciudad Real un total de 46 manantiales termales, distribuidos en 31 municipios, destacando entre los más conocidos: Los Baños del Emperador (Miguelturra), los hervideros del Prado (Villar del Pozo), los de la Fuensanta y los del Chorrillo (Pozuelo de Calatrava) y la fuente agria de Puertollano.
Cerca del yacimiento de Calatrava-La Vieja, podemos encontrar estos "Baños del Hervidero", que han sido restaurados hace poco y que ahora pretenden ser un reclamo turístico más junto con la visita al mencionado castillo, ya que están relativamente cerca de él.
En la época islámica ya se tenía conocimiento de la existencia de este hervidero. Una compilación anónima de tradiciones andalusíes redactada hacia finales del siglo XIV afirmaba que "cerca de Qal'at Rabah (Calatrava) brotaba un manantial de agua tan amarga como el más ácido vinagre e imposible de beber, que, sin embargo, si se llena con ella un odre y se agita, pierde su acidez y se hace potable".
El complejo ha sido desde época inmemorial un lugar de peregrinación para los vecinos de Carrión de Calatrava y de otros llegados desde los diferentes pueblos de la comarca que apreciaban las bondades del agua. De hecho, sus aguas estaban consideradas muy beneficiosas para solucionar problemas de la piel como eccemas, acné o quemaduras. Las descripciones del Cardenal Lorenzana en 1783 ya mencionan esta "fuente termal". En 1845 el Diccionario de Madoz la consideraba la fuente más notable de Carrión, donde los vecinos enfermos iban a curar sus dolencias. La describe como "solo un charco en medio del campo; si se hiciese una casa de baños, serían más concurridos que los de Fuensanta y Puertollano, que tanta fama han adquirido...".
Estos baños funcionaron como establecimiento termal durante la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, periodo durante el cual adquirieron renombre en la provincia, hasta que en 1940 fue abandonado por completo.
En la década de 1980 se limpió la piscina con la intención de recuperar el paraje, pero el descenso del nivel freático provocó la desaparición transitoria del manantial, que ha vuelto a manar en los últimos años, debido a la progresiva recuperación que ha experimentado en los primeros años del siglo XXI el sistema freático del Acuífero 23. El complejo comenzó ser restaurado y rehabilitado en 2008.
Piscina de baños una vez realizada la rehabilitación. A pesar de que el arreglo exterior es decente, el estado del agua este día (mayo 2016) no invitaba al baño. |
Junto a la recuperación de los baños, dentro del recinto también se ha rehabilitado la casa de baños, de la que se han reforzado sus muros de carga, se ha reconstruido la cubierta del tejado y todas sus dependencias interiores.
El complejo termal se organizaba en torno al manantial, cuyas aguas fueron clasificadas en el siglo XIX como frías (15ºC), claras, transparentes, inodoras y acidulo-carbónicas sin hierro. Se construyó la piscina, de unos 24 metros cuadrados, sobre el manantial, a base de grandes sillares de roca caliza, colocados a modo de escalones. Contaba también con la casa de baños, localizada a unos metros de la piscina y servía para alojar al "bañero". Una pequeña cerca rodeaba la piscina delimitando la zona de baño. En cambio, el muro perimetral exterior que actualmente rodea todo el recinto fue construido en la rehabilitación de 2008.
De estos lugares, siempre me sigue sorprendiendo el hipnótico bullir del agua en la piscina que durante tantos siglos persiste; continuo e intenso, a causa de los gases acumulados en el subsuelo, fruto de la intensa actividad volcánica que azotó la comarca, y que aún es muy visible en sitios como este.
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